La BAÑISTA
La bañista
Muchas voces repercutían como si vivieran
metidas dentro de la caja de Pandora del cerebro de Thyra, hacían eco por
leguas entre lo que aun sobrevivía de las neuronas que le quedaban después de
una dosis de choques eléctricos en aldeas de rehabilitación de antaño, escuchaba
las voces entre cada hermoso día que pasaba, porque luego, se asociaban estas
en las noches a susurrar en el inconsciente de Thyra sueñitos entre sabanas abstractas
y surrealistas desconocidas.
Muchas veces las voces le contaban a ella
historias en forma de comics tan irreales sobre asuntos y cuentos que de verdad
no estaban entre ningún plano y en ninguna existencia. Thyra vivía por
consiguiente en forma instintiva el experimento de ser parte de una creación “imperfecta”
de los dioses. La parte positiva de esto, es que le enseñaba a Thyra, o al
menos le manifestaba aquellas agudezas indeseadas a las que había estado
amarrada con tanto añico durante los últimos años, a ver si se deshacía de una
vez por todas del alacrán karmatico al que estaba atada en vida.
Por ejemplo, se encontró en una noche
antes de irse a dormir, que tenía un problemita con sus vecinos y familiares donde
vivía: observo el reflejo en el espejo artesanal, de su ojo izquierdo temblando
nerviosamente dentro de la óptica de una célula cerebral, causado por el hecho de
estar cerca del aura de algún humano. Descubrió esa noche que esa, como fobia,
le estaba causando un malestar no solamente en su sistema nervioso, sino que se
contradecía con lo que estaba tratando de aprender: Aprender a Amar usando el Corazón,
eliminando las voces del plexo solar.
Que difícil y que complicado es cultivarse
a amar, pensaba Thyra, escuchaba esas voces que le contaban sobre lo difícil de
su amar, y de lo apretujado en como contraía ella su alma entre el espíritu
como remangada en dolores que no poseían una causa que fuera fácil de curar, cuando
en realidad lo único que tenía que hacer era dejar que todo se fuera
desarrollando en su curso natural, y ella, se supone que no debería intervenir
en ningún momento para alterar el vaivén de unos hechos que se ya se daban, y…
cuando se diera el caso de enfrentar una de sus realidades de perdón, pues que simplemente
perdonara, es tan complicado el perdonar?, para Thyra en esa noche aun lo era.
Vivía Thyra en casa de María D. la
mexicana que conoció a Fidel en Cuba, le alquilaba un cuartico amplio, con
buena luz y con una ventana tan ancha como la pared del ático donde dormía.
Junto a esa ventana, había colocado un colchón, para poder ver desde su aletargada
locha, las montañas del monte Hood que la observaban desde la distancia.
Pensaba ella que de esa forma, podría compartir también con la lluvia instantes
más cercanos juntos. Así era Thyra, le gustaba tener un parche que estuviera de
alguna forma conectado a la naturaleza y a la luz.
La lluvia, la acompañaba cuando escribía
poemas, era una poetiza de aquellas que solo conocen sus amigos que no dicen
nada, era la poeta de la lluvia abstracta.
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